Aoraciones: febrero 2024

Divina Misericordia ¡Jesús, confío en Ti!

 

Divina Misericordia ¡Jesús, confío en Ti! - Aoraciones - Oraciones a la Virgen del Carmen


¡Jesús, confío en Ti!

«Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá» (Diario,48)


«A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas» (Diario,742)


Divina Misericordia ¡Jesús, confío en Ti!

«Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas… Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios» (Diario,299)


«De todas Mis llagas, como de arroyos, fluye la misericordia para las almas, pero la herida de Mi Corazón es la Fuente de la Misericordia sin límites, de esta fuente brotan todas las gracias para las almas» (Diario,1190)


Divina Misericordia

Divina Misericordia ¡Jesús, confío en Ti!


«Mira Mi Corazón lleno de amor y de misericordia que tengo por los hombres y especialmente por los pecadores» (Diario,1663)


«Diles a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a Mí, habla de Mi gran misericordia» (Diario,1396)


«Persigo a los pecadores con Mi misericordia en todos sus caminos y Mi Corazón se alegra cuando ellos vuelven a Mí» (Diario,1728)


«Hija Mía, escribe que cuanto más grande es la miseria de un alma tanto más grande es el derecho que tiene a Mi Misericordia e (invita) a todas las almas a confiar en el inconcebible abismo de Mi misericordia, porque deseo salvarlas a todas» (Diario,1182)


«Secretaria Mía, escribe que soy más generoso para los pecadores que para los justos. Por ellos he bajado a la tierra … por ellos he derramado Mi Sangre; que no tengan miedo de acercarse a Mí, son los que más necesitan Mi Misericordia» (Diario,1275)


Las tres de la tarde

«A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía. Esta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en Mi tristeza mortal. En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión…» (Diario, 1320)


«Te recuerdo, hija Mía, que cuántas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma. En esa hora puedes obtener todo lo que pides para ti y para los demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia» (Diario,1572)


  HIMNO OFICIAL DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA

MISERICORDIOSOS 

COMO EL PADRE MISERICORDIOSOS

COMO EL PADRE MISERICORDIOSOS

COMO EL PADRE MISERICORDIOSOS 

Damos gracias al Padre porque es bueno.

Es eterna su misericordia.

Ha creado el mundo con sabiduría.

Es eterna su misericordia.

Conduce a su pueblo en la historia.Es eterna su misericordia. 

Acoge y perdona a sus hijos.

Es eterna su misericordia.

MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE…

Damos gracias al Hijo, luz de las gentes.

Es eterna su misericordia.

Que nos ha amado con un corazón de carne.

Es eterna su misericordia.

De Él recibimos a Él nos damos.

Es eterna su misericordia.

El corazón se abra a quien tiene sed y hambre.

Es eterna su misericordia.

MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE…

Pedimos los siete dones del Espíritu.

Es eterna su misericordia.

Fuente de todo bien dulcísimo descanso.

Es eterna su misericordia.

Confortados por Él ofrecemos consolación.

Es eterna su misericordia

 ¡Jesús, confío en Ti!

 



Qué es un acto de contricción perfecta

 

Qué es un acto de contricción perfecta o de caridad - aoraciones



Qué es un acto de contricción perfecta o de caridad


Existe la contrición perfecta e imperfecta.

Contrición proviene del vocablo latino contritio y alude al arrepentimiento.


Existen dos tipos de contrición

1.- La contrición perfecta o de caridad:

Es cuando el penitente, se duele por amor a Dios de sus pecados; es decir, cuando la persona siente tristeza o pena porque le falló a Dios.


“Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto como sea posible a la confesión sacramental”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1452)


2.- La contrición imperfecta o atrición:

Es cuando la persona se arrepiente de haber pecado por temor al castigo, a la condenación eterna; o bien, a otras penas, como el infierno.


“Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia”. (Catecismo de la Iglesia católica, 1453)

Existe la contrición perfecta e imperfecta, te explicamos en qué consisten:


Contrición proviene del vocablo latino contritio y alude al arrepentimiento.


El acto de contrición perfecta es una acción del penitente que es movido por el amor a Dios a dolerse de sus pecados; es decir, que la persona se siente mal de haber pecado por haber ofendido con sus actos a Aquel que es Amor infinito.

De acuerdo con lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica. 


“Es un dolor del alma y una detestación del pecado cometido, con la resolución de no volver a pecar”, así lo explica el Concilio de Trento: DS 1676.


Todo pecado es grave, porque el pecado establece una distancia entre nosotros y Dios. Dios no es quien nos aleja, pero nos da la libertad de alejarlo a El.


Y cualquier persona de la tierra utiliza esta libertad de una manera menos que ideal. Las Escrituras lo dicen claramente: “todos pecaron, todos están privados de la presencia salvadora de Dios”; (Rom 3, 23). “Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Jn 1,8).


El autoengaño es el peor tipo de mentira, porque agrega un elemento de falsedad a todo lo que decimos y hacemos. Es algo que opaca nuestra comprensión del mundo y de la gente que nos rodea. Hace que la realidad se vuelva irreal.


Cuando pecamos, nos alejamos de Dios y de la luz divina.


A menos que veamos a nuestro mundo —y a la gente a la que amamos— a la luz de Dios, no podemos hacer nada correctamente. El pecado nos obstaculiza. Perturba nuestras amistades, nuestra vida de familia e inclusive nuestro trabajo.


Todo pecado es grave, pero algunos pecados son más graves que otros (1 Juan 5, 16-17). Ciertas acciones son inmediatamente mortíferas para el alma, así como hay ciertas acciones que son inmediatamente mortíferas para el cuerpo. A estas transgresiones mortíferas las llamamos “pecados mortales”. El negar la fe católica es un pecado mortal. El asesinato y el adulterio son otros ejemplos obvios. Un pecado mortal es una acción mala que involucra materia grave y pleno consentimiento de la voluntad.


Otros pecados no matan inmediatamente el alma, pero la debilitan y la hieren. La tradición católica les llama a éstos “pecados veniales”. Sin embargo, deberíamos estar conscientes de que incluso estas ofensas, relativamente pequeñas, tienen consecuencias reales. Si hacemos un hábito de ellas, pueden, con el tiempo, destruirnos. Podemos llegar a pensar que ofender a Dios es algo normal. Las ofensas habituales y deliberadas, incluso si son relativamente pequeñas, con el tiempo llegarán a destruir una relación.


La buena noticia es que Dios no quiere que vivamos en el pecado y la miseria, y debido a eso nos ha proporcionado un “camino de escape” (1 Corintios 10, 13). El pecado puede ser una condición universal, pero no es inevitable.


San Juan nos dice: “Si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Jn 1, 9). San Pablo aclara que la “confesión” es algo que “declaramos con nuestra boca” y no sólo con nuestro corazón y nuestra mente (Rom 10, 10).


Al darle a su clero el poder de perdonar los pecados (Jn 20,23), Jesús estableció una manera ordinaria por la que podemos buscar el perdón. Él nos facilitó mucho el acceso a una “vía de escape”. Nos dio el sacramento de la confesión —reconciliación— o penitencia.


Rosario de Mar a Mar

Los misterios del Santo Rosario: La importancia de rezarlo en Cuaresma

 


Los misterios del Santo Rosario - El Santo Rosario en Cuaresma


Los misterios del Santo Rosario - El Santo Rosario en Cuaresma


En el tiempo de Cuaresma, además del ayuno, la penitencia y la abstinencia, también es importante rezar el Santo Rosario a la Virgen María. Es un tiempo de gracia en donde nos preparamos para meditar los misterios de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, mientras mantenemos entre nuestras manos las cuentas del Rosario, con que intensamente al rezarlo, vamos manifestando en cada uno de los decenarios, nuestra fe.


Los misterios del Santo Rosario - El Santo Rosario en Cuaresma

La Virgen María siendo la Madre de Jesús, por lo tanto, también Madre Nuestra, nos acompaña, aconseja y nos proteje de todo mal.


Cuando rezamos las oraciones del Santo Rosario, nos va acercando cada vez mas a Jesucristo para seguirle amando.


Rezar el Santo Rosario durante la Cuaresma, puede ayudar a los fieles católicos a conseguir indulgencias plenarias o temporales, bien sea para uno mismo o en sufragio de las almas que aún penan en el purgatorio.

Los misterios del Santo Rosario - El Santo Rosario en Cuaresma


La indulgencia es una forma de perdón ante Dios de la pena temporal por los pecados, por lo que un fiel, cumpliendo determinadas condiciones las puede obtener a través de la mediación de la Santa Iglesia Católica.

ACOMPAÑEMOS A JESÚS EN ADORACION

( Aún más durante la cuaresma)

La Cuaresma es tal vez el período más importante de la liturgia católica apostólica romana. Este período va desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo, y como su nombre lo indica, se extiende por cuarenta días.

Se espera que durante este tiempo el buen cristiano se arrepienta genuinamente de sus pecados y que pueda cambiar desde lo más profundo de su interior, de modo de ser mejor persona y poder vivir más cerca de Jesucristo, rezando y haciendo obras de bien y de caridad. Se lo considera un tiempo de luto y penitencia (plasmado en el color morado), también de reflexión y, sobre todo, de entrega hacia un cambio espiritual y reconciliación fraterna.

Señor mío, Jesucristo, creo firmemente que estás aquí; en estos pocos minutos de oración que empiezo ahora quiero pedirte y agradecerte. Pedirte la gracia de darme más cuenta de que tú vives, me escuchas y me amas; tanto, que has querido morir libremente por mí en la cruz y renovar cada día en la misa ese sacrificio. Y agradecerte con obras lo mucho que me amas: ¡Tuyo soy, para ti nací! ¿Qué quieres, Señor, de mí?

Conviértenos a ti, Dios salvador nuestro, y ayúdanos a progresar en el conocimiento de tu palabra, para que así la celebración de esta Cuaresma dé en nosotros fruto abundante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, quien contigo vive y reina en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.


Rosario de Mar a Mar

Los misterios del Santo Rosario: Letanía Lauretanas



Los Misterios del Santo Rosario

Meditación diaria que nos acerca al corazón de Cristo y de la Virgen María.

Cada día de la semana se rezan uno de los cuatro conjuntos de cinco misterios, acompañados de un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria por cada misterio. A continuación, un breve esquema:

  • Lunes y Sábado · Misterios Gozosos

    1. La Anunciación del Ángel a María

    2. La Visitación de María a su prima Santa Isabel

    3. El Nacimiento de Jesús en Belén

    4. La Presentación del Niño Jesús en el Templo

    5. El hallazgo del Niño Jesús en el templo

  • Martes y Viernes · Misterios Dolorosos

    1. La Agonía de Jesús en el Huerto

    2. La Flagelación del Señor

    3. La Coronación de Espinas

    4. Jesús con la Cruz a cuestas

    5. La Crucifixión y Muerte de Jesús

  • Miércoles y Domingo · Misterios Gloriosos

    1. La Resurrección de Jesús

    2. La Ascensión de Jesús al Cielo

    3. La Venida del Espíritu Santo

    4. La Asunción de María al Cielo

    5. La Coronación de María como Reina del Cielo

  • Jueves · Misterios Luminosos

    1. El Bautismo de Jesús en el Jordán

    2. Las Bodas de Caná

    3. El Anuncio del Reino de Dios

    4. La Transfiguración de Jesús

    5. La Institución de la Eucaristía


Letanía Lauretana
(Invocaciones a la Santísima Virgen María)

Se dice primero el Cordero de Dios, luego:

 Señor, ten piedad. — Señor, ten piedad. 
 Cristo, ten piedad. — Cristo, ten piedad.
 Señor, ten piedad. — Señor, ten piedad. 
 Dios Padre celestial, — ten piedad de nosotros. 
 Dios Hijo Redentor del mundo, — ten piedad de nosotros. 
 Dios Espíritu Santo, — ten piedad de nosotros. 
 Dios Trinidad, único Dios, — ten piedad de nosotros. 
 Santa María, — ruega por nosotros. 
 Santa Madre de Dios, — ruega por nosotros. 
 Santa Virgen de las vírgenes, — ruega por nosotros. 
 Madre de Cristo, — ruega por nosotros. 
 Madre de la Iglesia, — ruega por nosotros. 
 Madre de la divina gracia, — ruega por nosotros. 
 Madre purísima, — ruega por nosotros. 
 Madre castísima, — ruega por nosotros. 
 Madre siempre Virgen, — ruega por nosotros. 
 Madre inmaculada, — ruega por nosotros. 
 Madre amable, — ruega por nosotros. 
 Madre admirable, — ruega por nosotros. 
 Madre del buen consejo, — ruega por nosotros. 
 Madre del Creador, — ruega por nosotros. 
 Madre del Salvador, — ruega por nosotros. 
 Virgen prudentísima, — ruega por nosotros. 
 Virgen venerable, — ruega por nosotros. 
 Virgen digna de veneración, — ruega por nosotros. 
 Virgen poderosa, — ruega por nosotros. 
 Virgen clemente, — ruega por nosotros. 
 Virgen fiel, — ruega por nosotros. 
 Espejo de justicia, — ruega por nosotros. 
 Trono de la Sabiduría, — ruega por nosotros. 
 Causa de nuestra alegría, — ruega por nosotros. 
 Vaso espiritual, — ruega por nosotros. 
 Vaso digno de honor, — ruega por nosotros. 
 Vaso insigne de devoción, — ruega por nosotros. 
 Rosa mística, — ruega por nosotros. 
 Torre de David, — ruega por nosotros. 
 Torre de marfil, — ruega por nosotros. 
 Casa de oro, — ruega por nosotros. 
 Arca de la alianza, — ruega por nosotros. 
 Puerta del Cielo, — ruega por nosotros. 
 Estrella de la mañana, — ruega por nosotros. 
 Salud de los enfermos, — ruega por nosotros. 
 Refugio de los pecadores, — ruega por nosotros. 
 Consuelo de los afligidos, — ruega por nosotros. 
 Auxilio de los cristianos, — ruega por nosotros. 
 Reina de los ángeles, — ruega por nosotros. 
 Reina de los patriarcas, — ruega por nosotros. 
 Reina de los profetas, — ruega por nosotros. 
 Reina de los apóstoles, — ruega por nosotros. 
 Reina de los mártires, — ruega por nosotros. 
 Reina de los confesores, — ruega por nosotros. 
 Reina de las vírgenes, — ruega por nosotros. 
 Reina de todos los santos, — ruega por nosotros. 
 Reina concebida sin pecado original, — ruega por nosotros. 
 Reina elevada al cielo, — ruega por nosotros. 
 Reina del Santísimo Rosario, — ruega por nosotros. 
 Reina de la familia, — ruega por nosotros. 
 Reina de la paz, — ruega por nosotros. 
 Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, — perdónanos, Señor. 
 Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, — escúchanos, Señor. 
 Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, — ten piedad de nosotros. 
 Ruega por nosotros, 
Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. 
 Amén.


Los misterios del Santo Rosario: Misterio Doloroso

 Los misterios del Santo Rosario - Misterio Doloroso

Los misterios del Santo Rosario - Misterio Doloroso

Primer Misterio Doloroso: La oración en el Huerto

La oración en el Huerto - oraciones a la virgen del carmen


«Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí mientras voy a orar". Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: "Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo". Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú"» (Mt 26, 36-39).

Después de una breve pausa de reflexión:

  1. un Padre Nuestro, 
  2. diez Avemarías y 
  3. un Gloria.

 Segundo Misterio Doloroso: La flagelación de Jesús atado a la columna

«Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado» (Mt 27, 26).

Después de una breve pausa de reflexión:

  1. un Padre Nuestro, 
  2. diez Avemarías y 
  3. un Gloria.

Tercer Misterio Doloroso: La coronación de espinas

«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: "Salve, Rey de los judíos"». (Mt 27, 27-29)

Después de una breve pausa de reflexión:

  1. un Padre Nuestro, 
  2. diez Avemarías y 
  3. un Gloria.


Cuarto Misterio Doloroso: Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario

«Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Lo condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir de la "Calavera"» (Mc 15, 21-22).

Después de una breve pausa de reflexión:

  1. un Padre Nuestro, 
  2. diez Avemarías y 
  3. un Gloria.

 Quinto Misterio Doloroso: La crucifixión y muerte de Jesús

«Llegados al lugar llamado "La Calavera", le crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen"... Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" y, dicho esto, expiró» (Lc  23, 33-46).

Después de una breve pausa de reflexión:

  1. un Padre Nuestro, 
  2. diez Avemarías y 
  3. un Gloria.

¿Cómo se reza el Rosario?

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. 

Dios mío, ven en mi auxilio.

Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. 

Como era en el principio, ahora y siempre, 

por los siglos de los siglos. Amén.

Se enuncia en cada decena el "misterio", por ejemplo, en el primer misterio: 

"La Encarnación del Hijo de Dios".

Después de una breve pausa de reflexión, se rezan: 

  1. un Padre Nuestro, 
  2. diez Avemarías y 
  3. un Gloria.

A cada decena del "rosario" se puede añadir una invocación.

A la final del Rosario se recita la Letanía Lauretana, u otras oraciones marianas.

 Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén

Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


Letanías de la Virgen



Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!  



 


 

La confesión el sacramento de la alegría

 

La confesión el sacramento de la alegría - Aoraciones - Oraciones a la Virgen del Carmen

La confesión es el sacramento de la alegría

“Incluso después de haber recibido el gran regalo de la salvación en el Sacramento del Bautismo, todavía luchamos con el pecado en nuestras vidas.”

Debido a este hecho de la vida Cristiana, encontramos gran consuelo en el Sacramento de la Confesión porque tenemos la oportunidad de ser perdonados de los pecados que cometemos después de ser bautizados. San Ambrosio dice que hay dos conversiones "agua y lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas del arrepentimiento". (Catecismo de la Iglesia Católica, 1429)


Como todos los sacramentos, es un encuentro personal con Jesús. En Confesión, estamos contando nuestros pecados al sacerdote que actúa en la persona de Cristo y con la autoridad de Jesús para escuchar, ofrecer orientación, proporcionar una penitencia adecuada y pronunciar las palabras de absolución. Jesús dio el poder de perdonar pecados a los apóstoles cuando se les apareció después de su resurrección en el Evangelio de Juan. Jesús se le aparece a María Magdalena, quien viene a los apóstoles para decirles que Jesús ha resucitado de la muerte. Luego, más tarde ese día, Jesús hace una visita sorpresa a los discípulos.


La confesión el sacramento de la alegría

"En la tarde de ese día, el primer día de la semana, cerrando las puertas donde estaban los discípulos, por temor a los Judíos, Jesús vino y se paró entre ellos y les dijo: 'La paz sea con ustedes'. Cuando hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo: 'La paz sea con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así que yo los envío a ustedes.' Y cuando hubo dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: 'Reciban el Espíritu Santo. Si perdonan los pecados de cualquiera, son perdonados; si retienen los pecados de cualquiera, son retenidos’" (Juan 20: 19-23)

Este pasaje revela tres cosas importantes sobre la institución de este sacramento. Primero, al darles el don del Espíritu Santo, los envía específicamente a usar este poder para perdonar los pecados de las personas usando las palabras "yo los envío" y "si perdonas los pecados de cualquiera, ellos son perdonados". Además, Jesús especifica que este poder también se extiende a situaciones donde no pueden perdonar los pecados de alguien usando la frase "si retiene los pecados de alguien ..." ¿Por qué haría esto? ¿No quiere Jesús que todos reciban el perdón? Por supuesto, Jesús (y sus sacerdotes) quieren que todos reciban la misericordia y el perdón de Dios. Sin embargo, una parte esencial del intercambio de misericordia es lamentar los pecados y la expresión del deseo de no volver a pecar. Si se descubre que esto es insuficiente, entonces el confesor tiene la autoridad de no ofrecer la absolución. En situaciones donde esto sea apropiado, el sacerdote proporcionará orientación al penitente sobre los obstáculos que quedan por superar para recibir la absolución. Por último, el hecho de que el sacerdote tiene la autoridad y la responsabilidad de perdonar o no perdonar los pecados confesados ​​por cada persona, debe escuchar los pecados específicos del penitente y su expresión de contrición (pena por sus pecados) y sus resolución para evitar cometer esos pecados en el futuro (enmienda de la vida). Esta es la diferencia esencial entre simplemente orar para que los pecados de uno sean perdonados y el intercambio entre sacerdote y penitente en este sacramento.


Jesús nos dio una hermosa historia para ayudarnos a comprender la expresión de su misericordia en este sacramento. En Lucas 15 encontramos la historia del Hijo Pródigo, el hijo que repudia a su padre al exigir su herencia y luego desperdiciarla en fiestas e inmorales. Luego, una hambruna azota el país donde está de fiesta y se queda sin dinero. Al darse cuenta de lo lejos que ha caído, decide regresar a casa para decirle a su padre cuánto siente lo que ha hecho. Practica lo que podría llamarse un Acto de Contrición mientras se prepara para acercarse a su padre y pedirle que le permita regresar a casa, no como un hijo, sino como uno de los sirvientes de su padre. A medida que se acerca a su casa, la historia continúa ...


"Pero cuando todavía estaba a distancia, su padre lo vio y tuvo compasión, y corrió y lo abrazó y lo besó. Y el hijo le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no estoy más. digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus sirvientes: `Traigan rápidamente la mejor túnica y póngansela; y pongan un anillo en su mano y zapatos en sus pies; y traigan el ternero gordo y mátenlo, y comamos y hagamos feliz; por esto mi hijo estaba muerto y está vivo de nuevo; estaba perdido y fue encontrado'"(Lucas 15:20-24)


La reacción de Dios Padre cuando pecamos no es agitar su dedo y decir "Sabía que haría eso" o "Lástima que él / ella nunca podrá volver a casa ahora". No, donde hay pecado siempre hay gracia . Dios responde a nuestros pecados invitándonos a venir a él para recibir misericordia y perdón. Él nos ama no porque hayamos pecado, sino a pesar de que lo hemos hecho. Nos ve como el padre lo hace en la historia de Lucas 15, corriendo a nuestro encuentro cuando nos acercamos a su trono de misericordia para restaurar nuestra filiación en su Hijo Jesús.


"No es fácil confiar en la misericordia de Dios, porque es un abismo más allá de nuestra comprensión. ¡Pero debo hacerlo! ... '¡Oh, soy un gran pecador!' ¡Mucho mejor! Ve a Jesús: ¡le gusta que le digas estas cosas! Olvida, tiene una capacidad muy especial para olvidar. Olvida, te besa, te abraza y simplemente te dice: 'Tampoco te condeno, vete, y no peques más."


¡Qué gran regalo es este sacramento para el pecador que busca convertirse en santo! Cuando lo recibimos con un corazón verdaderamente contrito, podemos saber con certeza que somos perdonados. A través del sacerdote, Jesús mismo ofrece perdón al penitente, así como gracia para fortalecer a la persona contra las futuras tentaciones.


Rosario de Mar a Mar

María mujer de la esperanza prepara las almas para el retorno de Cristo

 
María mujer de la esperanza prepara las almas para el retorno de Cristo

MARIA, MUJER DE LA ESPERANZA, PREPARA LAS ALMAS PARA EL RETORNO DE CRISTO Amén


La virtud de la esperanza requiere memoria. Sin memoria no hay esperanza. Para esperar, es esencial recordar. Porque si Dios actuó como salvador ayer, salvará hoy y mañana.


Mujer judía, primera cristiana, la Virgen María guardó en su memoria las palabras y los acontecimientos de la vida de su Hijo Jesús. Ella esperaba su Resurrección el Sábado Santo. Por eso a la Iglesia le gusta recordar a la Virgen María los sábados, recordando el doloroso paso del Viernes Santo al Domingo de Resurrección.


Mujer de esperanza, la Virgen María prepara los corazones de los cristianos para el regreso de Cristo. Como todas las madres, María se preocupa por preparar la reunión de sus hijos. Por su intercesión, la Virgen María prepara a la Iglesia para el feliz encuentro, ahora, en la oración y al final de los tiempos cuando el Señor Jesús celebrará la liberación total de la humanidad, convirtiéndose en todo, para todos los que hayan creído en él.


Dos símbolos bíblicos manifiestan la esperanza: el maná que cada mañana caía durante los cuarenta años del Éxodo en el camino del desierto hacia la Tierra Prometida y el ancla que salva a la embarcación en medio de las tormentas.


La oración del padrenuestro brilla como la oración del Adviento. Oración de esperanza y deseo de Dios: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad. Danos hoy nuestro pan de cada día».


Encomendemos nuestras preocupaciones a la oración de la Virgen María, para caminar en la esperanza, nutridos por el maná de cada día, fijos en Cristo por el ancla de la esperanza, recordando que «jamás se oyó decir que quienes confiaron en la intercesión de la Virgen María quedaron alguna vez defraudados».


Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti.


Rosario de Mar a Mar

San Juan Bosco sueños proféticos: Jueves Eucarístico

 

San Juan Bosco sueños proféticos: Jueves Eucarístico


San Juan Bosco sueños proféticos: ( Jueves Eucarístico )

El 30 de mayo de 1862, dijo Don Bosco a todo el alumnado reunido: 
– “Les voy a contar un sueño que tuve. A mis discípulos les tengo tanta confianza que les contaría hasta mis pecados, sino fuera porque al contárselos saldrían todos huyendo asustados y se caería el techo de la casa. Pero lo que les voy a contar esta noche es para su bien espiritual”.

Soñé que estaba en la orilla del mar, sobre una alta roca, desde la cual no se divisaba más piso firme que el que tenía bajo los pies.

En aquella inmensa superficie líquida se veía una multitud incontable de barcos dispuestos en orden de batalla, y cada barco tenía en su extremo una enorme y afilada punta de hierro dispuesta a destrozar todo lo que se le atravesara por delante. Los barcos estaban armados de cañones y llenos de fusiles y de diferentes armas y con muchísimas bombas incendiarias, y también con libros dañosos.

Y todos aquellos barcos se dirigían contra su barco mucho más alto tratando de destruirlo con sus puntas de hierro, o incendiarlo o de hacerle el mayo daño posible.

A este majestuoso barco que estaba provisto de todo lo que necesitaba, le hacían escolta numerosos barcos pequeños, que recibían órdenes de él, realizando maniobras necesarias para defenderse de la flota enemiga. El viento soplaba en dirección contraria a la dirección que llevaba el gran barco, y las olas encrespadas del mar favorecían a los enemigos.

Y en plena batalla vi salir de en medio de la inmensidad del mar dos grandes columnas, que se elevaron hasta enormes alturas. Sobre la una había una estatua de María Inmaculada y debajo un gran letrero que decía: 

María Auxiliadora de los Cristianos”. Sobre la otra había una Santa Hostia muy grande, y debajo un enorme letrero con esta inscripción: “Salvación para los que creen”.

El Comandante Supremo de la nave mayor, que era el Sumo Pontífice, al darse cuenta del furor con el que atacaban los enemigos y la situación tan complicada en la que se encontraban sus leales servidores, dispuso convocar a una reunión a todos los pilotos de las naves menores. Todos los pilotos subieron a la nave capitana y se reunieron alrededor del Papa. Pero al comprobar que el huracán se volvía cada vez más violento y que la tempestad era cada día más peligrosa, fueron enviados otra vez los capitanes, cada uno a dirigir su barco.

Se restableció por un poco tiempo otra vez la calma y el Papa volvió a reunir junto a él a los demás capitanes, pero la tempestad se volvió enormemente espantosa.

Entonces el Papa tomó personalmente el timón de la nave capitana y se esforzó con todas sus energías en dirigir la nave hasta colocarla en medio de las dos columnas desde las cuales colgaban áncoras, y defensas para fortalecerse y salvavidas.

Y todos los barcos enemigos se lanzaron a atacar el barco donde iba el Papa, y trataban de hundirlo o destrozarlo. Unos lo atacaban con libros malos, otros con escritos malvados en los periódicos, muchos disparaban sus cañones y trataban de atacarle con los extremos afilados de hierro que tenían sus barcos, los cuales chocaban violentísimamente contra la gigantesca nave capitana sin lograr hundirla ni detenerla en su marcha.

De vez en cuando los barcos enemigos lograban hacerle inmensas hendiduras por los lados al barco del Pontífice, pero enseguida soplaba una suave brisa desde las dos columnas y milagrosamente cerraba esas hendiduras.

Otro dato curioso: Muchas naves enemigas al tratar de disparar contra la nave capitana, explotaban y se hundían en el mar, y muchos fusiles también al ir a disparar contra la Iglesia, estallaban. Entonces los enemigos se propusieron atacar con armas cortas: insultos, golpes, maldiciones, calumnias y así siguió el combate.

De pronto el Papa cayó gravemente herido. Los que lo acompañaban corrieron a socorrerlo. Se repuso, pero fue herido por segunda vez, cayó y murió. Un grito de victoria resonó en todas las naves enemigas y el gozo de los contrarios era inmenso. 

Pero los demás pilotos se reunieron y eligieron un nuevo Pontífice, el cual tomó fuertemente entre sus manos el timón de la nave capitana. Los enemigos comenzaron a desanimarse.

El nuevo Pontífice, manejando muy bien la nave la llevó hasta colocarla en medio de las dos columnas y con una cadena amarró la parte delantera del barco (o proa) a la columna donde estaba la Santa Hostia y con otra cadena ató el otro extremo (la popa) a la columna donde estaba la estatua de María Santísima Auxiliadora.

Entonces se produjo una gran confusión. Todos los barcos que habían luchado contra la nave capitaneada por el Papa, se dieron a la fuga, se dispersaron, chocaron entre sí y se destruyeron mutuamente. Unos al hundirse hundieron a otros más.

Los barcos que habían permanecido fieles al Papa se acercaron a las dos columnas y se amarraron fuertemente a ellas.

Otras naves que por miedo al combate se habían retirado y se encontraban distantes observando prudentemente los acontecimientos, al ver que desaparecían en el abismo las naves enemigas, navegaron entonces también hacia las dos columnas y allí permanecieron tranquilas y serenas en compañía de la nave capitana dirigida por el Papa. En el mar reinaba una calma absoluta….

Al llegar a este punto de la narración, Don Bosco preguntó al Padre Rúa:

 – “¿Qué le parece que significa este sueño?”.

Don Rúa respondió:
 – “Me parece que la nave capitana es la Iglesia Católica, y los otros barcos que ayudan a la nave capitana son los fieles católicos dirigidos por sus obispos. Y que los barcos enemigos son todos los que atacan nuestra Santa religión. Y me parece que las dos columnas son la devoción al Santísimo Sacramento de la Eucaristía y a María Santísima”.

Don Bosco añadió:

 – “Sí, y en los barcos que atacan están representadas las persecuciones que le llegan a la Iglesia Católica, a la cual le van a venir terribles peligros y ataques de enemigos. Pero nos quedan dos remedios: frecuentar los sacramentos y tener una gran devoción a la Virgen Santísima. Hagamos todo lo posible para practicar nosotros estos dos remedios y para obtener que otros los practiquen también siempre y en todo momento”.

Nota: Varios de los oyentes copiaron este sueño y cada uno le daba sus interpretaciones. Se ha pensado que el capitán que llama a los otros pilotos a reunión fue el Papa Pío IX que llamó a los obispos al Concilio Vaticano I. Después de algunas reuniones los obispos tuvieron que volverse a sus ciudades porque estallaba la guerra de 1870. En 1878 murió el Papa Pío IX que había sido muy combatido por los enemigos de la religión. Más tarde llegó el Papa San Pío X que propagó muchísimo la devoción al Santísimo Sacramento y a María Santísima (acercó la Iglesia a esas dos columnas y organizó a los católicos para defenderse unidos en Senados, Cámaras y gobierno del mundo entero, quitándoles así a los enemigos de la Santa Iglesia el poder omnímodo que tenían casi todos los países. Antes de este Papa los católicos no participaban casi en elecciones ni se hacían elegir, y los enemigos podían hacer desde el gobierno todo el mal que se les antojaba contra la religión. Pío X dijo:

“Los católicos elegirán y serán elegidos”. 

Y así hubo pronto en cada país un grupo fuerte de católicos en el Congreso y en el gobierno, y los anticatólicos les sucedió como a las naves del sueño: retrocedieron y empezaron a hundirse. Y los que eran indiferentes y miraban la lucha desde lejos, al ver que la Iglesia Católica volvía a ser respetada y estimada, se fueron acercando también a ella en señal de amistad.

¿Fueron tres los pontífices? En canónigo Bourlot que era estudiante y estuvo presente cuando Don Bosco narró este sueño, fue a almorzar con Don Bosco y sus salesianos 24 años después en 1866, y en pleno almuerzo dijo: 

– “Aquella vez Don Bosco dijo que los pontífices eran tres”.

El Padre Lemoyne que fue el que escribió la redacción del sueño, estaba en ese momento charlando con otro y Don Bosco lo llamó y le dijo: 

“Oiga lo que está diciendo este Padre”… y dio a entender que estaba de acuerdo con lo que afirmaba el canónigo. Este afirmaba que Don Bosco les contó que los Papas eran tres: el primero, aquel cuya muerte se alegraron los malos. 

El segundo, el que reemplazó al anterior y con mano fuerte tomó el timón y guió con seguridad la nave. 

Y el tercero, el que llevó la nave hasta colocarla entre las dos columnas.

Después de 1907, el canónigo Bourlot volvió a la Casa Salesiana de Turín y les dijo a sus superiores:

 – “¿Se dan cuenta de que sí eran tres los pontífices del sueño? El primero, el Papa Pío IX que reunió el Concilio y de cuya muerte se alegraron los enemigos de la religión. El segundo, León XIII, que dirigió con mano segura y fuerte la Iglesia. Y el tercero, Pío X que se dedicó a propagar la devoción a Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen”.

Rosario de Mar a Mar

Meditación Sábado después de Ceniza

Meditación  Sábado después de Ceniza


 Sábado después de Ceniza: Laudes Cuaresma


Laudes y Vísperas CUARESMA

Laudes, oración de la mañana, santifican el día y hacen memoria de la resurrección del Señor. Vísperas, oración de la tarde como acción de gracias, memoria de la Redención y esperanza de la vida eterna. 


LAUDES

Oración de la mañana


SALUDO INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Salmo 94

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.


Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.


Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes.

Suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.


Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.


Ojalá escuchéis hoy su voz:

"No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto:

cuando vuestros padres me pusieron a prueba,

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras."


Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

"Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso."


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.


Rosario de amar a Mar

Meditacion viernes después del miércoles de Ceniza

Meditacion viernes después del miércoles de Ceniza


 Meditacion viernes después del miércoles de Ceniza


Recordar el paso de Dios por nuestra vida; el ayuno es manifestación de un deseo interior; Jesús indica el sentido del ayuno.


ESCUCHA, SEÑOR, y ten piedad de mí» (Sal 30,11). 

Con estas palabras de la Antífona de entrada comienza la Misa de hoy. El clamor del salmista por ser escuchado refleja la naturaleza del hombre que acude a Dios para pedir su asistencia. «Señor, Dios mío –continúa diciendo–, clamé a ti y tú me sanaste. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir (...). Si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría» (Sal 30,3-4.6). El salmista describe una experiencia común: Dios que viene en nuestra ayuda cuando le invocamos con humildad. Este tiempo de Cuaresma puede ser una ocasión propicia para traer a nuestra memoria las veces que hemos percibido aquella asistencia de nuestro Señor. Si «hemos conocido y creído el amor que Dios nos tiene» (1 Jn 4,16), recordar aquellos momentos en los que ha acudido a nuestra ayuda será fuerza para el presente y para el futuro.


Una de las tareas del Espíritu Santo, que Jesús nos revela, es precisamente la de ayudarnos a recordar las misericordias de Dios, sostener la fragilidad de nuestra memoria:

 «Os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14,26). «El Espíritu Santo es como la memoria, nos despierta: “Acuérdate de eso, acuérdate de lo otro”. Nos mantiene despiertos en las cosas del Señor y también nos hace recordar nuestra vida: “Piensa en aquel momento, piensa en cuándo encontraste al Señor, piensa en cuándo lo dejaste” (...). Es una buena manera de orar; mirando al Señor, decirle: “Soy el mismo. He andado mucho, he cometido muchos errores, pero soy el mismo y tú me amas”. La memoria del camino de la vida; el Espíritu Santo nos guía en esta memoria»1. Hace dos días, al imponernos la ceniza, el sacerdote quizás nos recordó nuestro origen y nuestro fin, que venimos del polvo y que a él volveremos. Recordar el paso de Dios por nuestra vida puede ser un buen impulso de conversión para esta Cuaresma que comienza.


En la tradición Judía

Se vivía la costumbre del ayuno como una forma de penitencia. El profeta Isaías, sin embargo, hace notar que de poco sirve un ayuno vivido simplemente como una manifestación externa, pero sin piedad, sin auténtico deseo de llevar nuestra mirada hacia Dios. Dice el profeta que el ayuno querido por el Señor, fruto de una conversión interior, es más bien este: «Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne» (Is 58,6-7).

 El verdadero ayuno es el que nos lleva a amar más a Dios y a los demás, saliendo de nosotros mismos; es oración de los sentidos que fructifica a nuestro alrededor. «El ayuno no da fruto si no es regado por la misericordia, se seca sin este riego –dice san Pedro Crisólogo–; lo que es la lluvia para la tierra, esto es la misericordia para el ayuno»2.


«El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón, lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento»3. Las costumbres de abstinencia que la Iglesia recomienda, deben ser manifestaciones de una actitud interior; esto último es, en realidad, lo más importante. San Josemaría enseñaba que toda privación debe ser «manifestación de que el corazón no se satisface con las cosas creadas, sino que aspira al Creador, que desea llenarse de amor de Dios»


Experimentar el hambre con el ayuno nos recuerda que solo Dios es el verdadero alimento y que de él provienen todos los bienes: «Danos hoy nuestro pan de cada día», pedimos en el Padrenuestro. El ayuno externo debe ser manifestación de nuestro deseo interno por saciarnos de Dios, por convertirnos nuevamente a él.


Rosario de Mar a Mar

Meditaciones: jueves después del miércoles de Ceniza

 

jueves después del miércoles de Ceniza



Meditaciones: jueves después del miércoles de Ceniza - Una oportunidad para convertirnos.




La conversión es un don que podemos pedir a Dios; tomar la cruz de cada día.




LA IGLESIA, para el primer día de Cuaresma después del Miércoles de ceniza, nos propone meditar el primer salmo de la Sagrada Escritura. Allí se nos muestran dos imágenes que representan dos posibles caminos para nuestra vida. Al escucharlo, parece como si estuviéramos de frente a una bifurcación: por un lado, está el camino de quien se deja justificar por Dios, que es como un árbol «que da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas» (Sal 1,3); por otro, está el de quienes no escuchan al Señor, que «son como polvo que dispersa el viento» (Sal 1,4). En cierta manera, son dos situaciones vitales que dependen de cuánto abramos nuestra alma a Dios: o permanecemos arraigados en la realidad, dando los frutos de santidad que el Señor nos quiera enviar, o estamos a la deriva, llevados por el viento de pequeños gozos efímeros, que soplan hacia un lado y después hacia otro.

¿Cuál de los dos caminos elegimos?

 

«Hemos entrado en el tiempo de Cuaresma: tiempo de penitencia, de purificación, de conversión. No es tarea fácil. El cristianismo no es un camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años»1. Dios nos regala unas semanas para pensar con detenimiento en nuestro camino y pedir el don de nuestra conversión.

Estamos llamados a la vida; es lo que Moisés recuerda al pueblo elegido cuando está de frente a la tierra prometida: «Hoy pongo ante ti la vida y el bien, o la muerte y el mal. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que yo te ordeno hoy, amando al Señor, tu Dios, marchando por sus caminos y guardando sus mandamientos, leyes y normas, entonces vivirás» (Dt 30,15-16). Nuestra conversión no es una ciega negación a nosotros mismos; al contrario, es una respuesta al deseo de plenitud que está grabado en el fondo de nuestros corazones. «El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre».

Rosario de Mar a Mar